QUICA DE ZANZI - PARTE I
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No hay gallego que no tenga ese espíritu de
marinero, así , atravesar el Atlántico no parecía ser una idea descabellada
para alcanzar aquel sueño americano que comenzaría en la ciudad Buenos Aires,
en el barrio de La Boca, lugar escogido instintivamente por los inmigrantes por
su cercanía al puerto.
Ahí estuvo algunos meses, ganándose la vida
como pudo, deslumbrado por las luces de una enorme ciudad que nada tenía que
ver con el fin del mundo de donde venía, pronto comenzó a sentir la morriña de
su tierra (…morriña, qué bella palabra, lo más parecido a la saudade portuguesa que he podido hallar).
Juan había escuchado, en esas conversaciones de
náufragos como él, entre cuento y cuento, que al sur de Chile había un lugar
que se estaba poblando de personas que buscaban un nuevo lugar al cual
pertenecer, Cabo de Hornos.
Cogió lo poco que tenía y comenzó su camino
hasta el punto que le habían indicado en el mapa, la ciudad más austral del
mundo, Punta Arenas…
Punta Arenas, 1918
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Llegó primero a Valparaíso y continuó una larga
y dura travesía por el Golfo de Penas, parecía que cada gran ola que mecía su
barco hacía debilitar su resistencia, pero al llegar a Magallanes, no pudo sino
emocionarse ante el paisaje más hermoso que alguna vez vio el ojo humano.
En Punta Arenas lo recibieron decenas de
idiomas diferentes, nieve que caía cual copo de algodón, gente vestida con
ropas gruesas para paliar el frío y una gran camaradería por parte de la
incipiente colonia española.
Mas Juan no pudo dejar el mar y consiguió
trabajo como marinero en una flota de barcos de pasajeros en la que realizó
largos viajes por América. Fue en uno de estos periplos que conoció a Casta,
una joven gallega como él que viajaba junto a su madre, como todos, buscando
una vida mejor. Fue amor a primera vista, pero no la tendrían fácil. La madre
de Casta se oponía rotundamente al romance de ambos jóvenes, fue gracias a la
ayuda de Juana, la tía de ella, que se pudieron casar, en una modesta ceremonia
y se establecieron en Punta Arenas.
Juan continuó navegando y la vida de la joven
Casta se tornó cada vez más solitaria, tanto así que su primer embarazo lo
vivió prácticamente sola. Su hija nació muy débil y partió silenciosamente a
los pocos días. Tras este triste episodio y una fuerte enfermedad que afectó
duramente la salud de Juan, éste decidió echar ancla y quedarse por fin, en
tierra.
Tiempo después nació la pequeña Casta y con el
pasar de los años la familia seguiría creciendo. Es así que en 1924 vendría al mundo la
protagonista de nuestra historia, una joven muchacha hija de inmigrantes
gallegos llamada Francisca González Fernández, conocida como Quica, al igual
que su hermana difunta, al igual que su abuela en Galicia.
Ya con dos hijas nacidas, un pequeño en camino
y una salud que no lo acompañaría en el mar, Juan decidió dedicarse a los
negocios, fue así que llegó al dato de un conocido, amigo de un amigo, que vendía
un modesto hotel en la pequeña, pero próspera ciudad de Puerto Natales.
Francisca con apenas cinco años llegaría a Puerto
Natales en 1929. Esta pequeña ciudad ubicada en la provincia de Última
Esperanza vivía principalmente de la actividad del frigorífico de Bories perteneciente
a la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, una empresa que marcaría a
sangre el destino de una región inhóspita en cada uno de los lugares donde ésta
prosperó.
10 años antes de su arribo, el 23 de enero de
1919, se escribe una de las páginas tristes de nuestra historia obrera
justamente en este frío lugar. Tras una
huelga en la que se exigía principalmente una jornada de trabajo más reducida se
originó una revuelta que terminó con la vida de 6 trabajadores y 4 policías. Detengámonos
un segundo a pensar ¿Habrá un trabajo más duro que faenar animales todo el día
en un frigorífico al final del mundo? Eran esos trabajadores los que llegaban
al hotel de la familia de Quica contando historias de injusticia y muerte que
eran leyenda y realidad al mismo tiempo, historias que ella escuchaba con
profunda atención, sin ni siquiera imaginar que estaba construyendo a esa corta
edad su pensamiento político y social.
Fue también en sus años en Natales que Quica se
aproximó a la religión católica, su padre era agnóstico, pero su madre era muy
creyente y esto sumado a la enseñanza de las monjas a cargo de la única escuela
del lugar, forjaron en ella una fuerte fe cristiana que mantuvo con los años,
aún después del regreso de la familia a su Punta Arenas querido, lugar a donde
decidieron volver para que los hijos pudiesen terminar sus estudios, Juan
quería a su familia unida y no estaba dispuesto a enviar a Casta, la mayor, a
un internado sola.
Pasó el tiempo y la familia comenzó un pequeño
comercio en la ciudad, un almacén donde eran vendidos comida y vestuario que al
mismo tiempo servía de morada. Los días de Quica se iban entre los estudios y
atender a los clientes que llegaban durante todo el día. Era una vida
tranquila, los González-Fernández habían conseguido navegar en aguas calmas,
pero nada dura para siempre.
Era 1936 y la comunidad española de Magallanes
estaba conmocionada, se reunieron en el almacén de los González, todos
alrededor de una radio y escucharon la noticia de un golpe de estado en sus
tierras, había comenzado la Guerra Civil Española y Quica observaba la angustia
en los ojos de su padre. Él era un férreo defensor de la República y al
escuchar como en bestiales enfrentamientos morían sus amigos y sus familiares
no podía sino reafirmar su convicción. La comunidad española se organizó para
enviar ayuda económica a sus familias con el afán de apoyar no a un bando, sino
a su gente, que era quienes morían por los deseos de otros. Este acontecimiento
fue crucial para la joven Francisca quien entendió desde ese momento lo que era
la tiranía.
Guerra Civil Española
Imagen extraída de https://historiaespana.es/
Muchos de los miembros de la familia de Quica
habían llegado a vivir a América, entre ellos, su Tío Lino, quien trabajaba en
la Patagonia argentina en una estancia y los visitaba siempre para sus
vacaciones llevándoles regalos y contando historias. Era su tío predilecto, por
eso, una gran tristeza la embargó al saber que había tomado la decisión de
devolverse a España para pelear en la Guerra que él mismo la llamaba de la
alpargata contra la bota, se sumaría al bando republicano que estaba en notoria
desventaja contra los franquistas y sufría las bajas de un ejército
improvisado. Francisca no quería imaginar que nunca volvería a verlo y sintió
en carne propia el dolor que veía en los rostros de sus padres.
Inútil fueron los esfuerzos de su tío y de sus
compañeros de armas, perdieron la guerra y terminó como prisionero político en
un campo de concentración en Francia. Tras arduas gestiones a través de la
Iglesia y la Cruz Roja consiguieron dar con él y traerlo de vuelta a Chile. Al
verlo nuevamente, le impactó su extrema delgadez y su rostro, había un dolor
inexplicable en él, que se transformó, en un segundo, en la alegría más linda de
todas al abrazar nuevamente a su familia.
La vida continuaba y haciendo caso a los
consejos de su tío, Quica se dedicó a estudiar. Obtuvo su bachillerato a los
diecisiete años y fue la mejor alumna de su promoción. Le encantaba la historia
y estaba pensando en continuar sus estudios en leyes o periodismo. Como era de
costumbre, comenzaron también los primeros bailes y la joven Francisca lucía no
solo por su belleza sino también por su fuerte carácter, fue así que conoció a
Carlos… y el amor fue inmediato, grande y profundo.
Carlos Zanzi era hijo de inmigrantes italianos
que habían llegado a la ciudad en 1900, mas al igual que Quica, había nacido en
Chile, eran ambos magallánicos y habían crecido escuchando historias, probando
comidas y cantando músicas de tierras lejanas que esperaban algún día conocer.
También compartían una manera de ver el mundo, ambos querían una sociedad justa
y democrática donde poder criar a sus hijos con esperanza, paz y amor. Francisca
no sólo halló a su primer amor en ese baile, sino a su gran compañero de vida.
Se casaron en 1944 en una ceremonia sencilla y
pronto llegarían los hijos, Juan Carlos y Mario. Quica se mudaría a la casa de
los padres de Carlos y comenzaría a trabajar en el negocio de la familia de su
marido, de la que aprendería la importancia del trabajo social. Inés Cuccuini,
su suegra, era parte de la directiva de la rama femenina de la Cruz Roja de
Punta Arenas y su padre, Vittorio Cuccuini, abuelo de Carlos, había sido el
fundador de dicha organización en la ciudad, la cual, hasta el día de hoy es de
gran importancia para el desarrollo social de la comunidad.
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Cercano a los valores de la Revolución Francesa
de fraternidad, igualdad y libertad, Carlos decidió ingresar a la masonería
luego de la muerte de su madre. Quica también llamada por los mismos valores comenzó
a trabajar en los centros femeninos, fue de este modo como su pensamiento se
fue enriqueciendo de nuevos conocimiento e ideas, que la llevarían a su primera
participación política, las elecciones de 1958, las primeras en que Salvador
Allende sería candidato.
En el año 1964 comenzaría su militancia en el
Partido Socialista y a pesar de la derrota en las elecciones del 58 y el 64,
Quica tenía la convicción de que más temprano que tarde, la izquierda llegaría
a la presidencia de la mano de Allende, fue así que su participación en la
elección de 1970 fue aún más potente, sus hijos ya habían crecido y podía
dedicarse de lleno a esta labor. Formó parte del Frente de Mujeres que realizó
una fuerte campaña puerta a puerta, estancia a estancia por la región. Y al
fin, el esquivo triunfo llegó.
Para ese entonces la relación de los
Zanzi-González con Salvador Allende era de una fuerte amistad, los cuatro
viajaron a Santiago el día que Allende asumió y celebraron en su casa la
victoria. Carlos sería nombrado vicepresidente de la Corporación de Magallanes,
CORMAG entidad que tenía a cargo impulsar la industrialización en la zona mediante
el acceso al crédito a las pequeñas y medianas empresas, además de otorgar
becas de estudio. Por otro lado, Francisca trabajó en COCEMA, organismo a cargo
del desarrollo de las mujeres que procuraba su participación en todos los
ámbitos de la sociedad a través de la educación.
Salvador Allende visitó en dos ocasiones la
Región, y algunas de sus estadías en Punta Arenas eran en el departamento de
los Zanzi-González en la céntrica calle Roca, la amistad se estrechaba cada vez
más, se intercambiaban correspondencia de índole personal y eran invitados a
las ceremonias de gobierno más importantes. Fue así que Quica conoció a Fidel
Castro y a la primera astronauta rusa, Valentina Tereshkova en su visita a
Chile. También viajó hasta Cuba y conoció La Habana donde pudo apreciar las dos
caras de la moneda, por un lado, quedó asombrada con los avances en salud y
educación, sin embargo, no estuvo de acuerdo con la libreta de racionamiento ni
con los tribunales populares. A pesar de que Francisca sabía que el gobierno de
Salvador Allende no contaba con todo el apoyo que deseaba, nunca pudo si quiera
imaginar lo que iba a suceder…
💜🌺👉Ver también: Visita de Valentina Tereshkova a Chile con música de Violeta Parra:
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